Cuando se trata de personajes masculinos, por alguna razón todos recuerdan inmediatamente “debería”: debe ser fuerte, no llorar, resolver problemas, ser un líder.
Pero detrás de esta fachada a menudo se esconde un niño que tiene miedo de equivocarse, está cansado de la presión y sueña con que lo abracen sin hacerle preguntas innecesarias.
El mundo moderno exige a los hombres lo imposible: ser al mismo tiempo amables y duros, exitosos y modestos, abiertos y un “verdadero macho”. ¿El resultado? Muchas personas viven en un estado de conflicto interno constante.

Tomemos las emociones como ejemplo. Desde pequeños a los niños se les enseña: “¡Ten paciencia, eres un hombre!” Como resultado, a los 30 años aprenden a ocultar el miedo, la tristeza y la inseguridad detrás de una máscara de indiferencia o agresión.
Pero las emociones no desaparecen: se acumulan y se transforman en neurosis, arrebatos de ira o apatía. Y esto no es una debilidad, sino una consecuencia de la actitud de “ser de hierro”.
Otro mito es que los hombres no necesitan apoyo. De hecho, tienen el mismo miedo de ser rechazados, incomprendidos y estar solos. Pero admitirlo implica correr el riesgo de oír: “¡Tranquilízate, cobarde!”.
Por eso prefieren permanecer en silencio, comer comida rápida para aliviar el estrés o sumergirse en el trabajo. Hablando de trabajo, la sociedad mide el valor de un hombre por sus logros. "¿Qué modelo de coche tienes?" ¿Cuanto ganas? -Estas preguntas se convierten en una tortura para aquellos que no encajan en los estándares del éxito.
¿Pero qué pasa si miramos al personaje masculino de manera diferente? La fuerza no es la ausencia de miedo, sino la capacidad de actuar a pesar de él.
La verdadera “masculinidad” es responsabilidad no sólo de la familia, sino también de las propias acciones, palabras y emociones. Y sí, los hombres pueden ser vulnerables, pueden pedir ayuda, pueden cambiar de opinión: eso no los hace débiles.
El secreto es que el carácter de un hombre no es un conjunto de patrones, sino una individualidad. A algunas personas les gusta pescar en silencio, mientras que a otras les gusta cocinar pasteles.
Algunas personas sueñan con una carrera, mientras que otras sueñan con hacer autostop. Y eso está bien. Dejad de encasillarlos y veréis cómo florece una persona real, no el “hombre ideal” de la publicidad.