Incluso si no tienes una máquina de café de mil dólares, puedes preparar un café que dejará a tus invitados boquiabiertos.
Todo lo que necesitas ya está en tu cocina.
¿No me crees? Entonces recuerda: el secreto está en una pizca de... cacao en polvo. Sí, el mismo que usas para hornear.

Media cucharadita añadida a un turco o directamente a una taza de bebida preparada revolucionará tu mundo del café. El cacao no hará que su café tenga sabor a chocolate: realzará la profundidad del tueste, suavizará el amargor y agregará una textura aterciopelada, como un espresso de un bar italiano.
Pero hay un matiz: el cacao debe mezclarse con el café antes de prepararlo, de lo contrario se formarán sedimentos.
Si está bebiendo Americano, agregue una pizca a su taza, vierta agua hirviendo y revuelva con una cuchara durante exactamente 10 segundos.
El aroma se desarrollará como en una pirámide de perfumes: primero notas de nueces, luego acidez y el regusto es como el de un capuchino caro.
Y no tengas miedo de experimentar: el cacao y la canela convertirán tu ritual matutino en un viaje a Starbucks, pero por unos céntimos.
Un bonus para los amantes del café frío: añadir una pizca de cacao al hielo antes de congelarlo. Una vez que el hielo se derrita, la bebida no quedará aguada; en cambio, obtendrá un sabor en capas con toques de caramelo.
¡Y no tires los posos del café! Mézclalo con cacao y canela, muélelo en un mortero y úsalo como exfoliante corporal. El olor del café te revitalizará por la mañana mejor que la bebida misma.
Pero volvamos a la taza: si bebes café con leche, bate el cacao directamente hasta formar espuma. Obtendrás el efecto de un mocacino sin jarabes.
Y el último secreto: una gota de extracto de vainilla en el fondo de la taza antes de servir el café hará que todo se ponga patas arriba. La vainilla puede convertir el café instantáneo en una variedad exótica y costosa.