Si pelas zanahorias, patatas o apio y luego tiras los restos a la basura, estás desperdiciando oro.
Estos “desperdicios” son la clave de una sopa que te hará creer que aprendiste de chefs con estrellas Michelin.
La genialidad es simple: cáscaras, raíces e incluso hojas fritas crean un caldo con una profundidad de sabor que el dinero no puede comprar.

Pero hay un truco: para revelar todo el potencial, añade hongos secos a las cáscaras de verduras.
Sí, los mismos que llevan años acumulando polvo en el armario “por si acaso”.
Un puñado de hongos porcini o shiitake, molidos en polvo, transformarán el caldo claro en un rico elixir con notas ahumadas. Los hongos no dominan las verduras, sino que más bien realzan su dulzura y terrosidad.
Simplemente fríe la cáscara con la cebolla, añade agua, añade el polvo de hongos y cocina durante 40 minutos. Cuélalo y la sopa básica se convertirá en la base de una leyenda culinaria.
Los invitados jurará que agregaste aceite de trufa o caldo de carne, y tú simplemente sonreír y decir: "Es un secreto de familia".
...Por cierto, si no tenéis setas secas, no desesperéis. Un par de anchoas machacadas hasta formar una pasta darán el mismo efecto.
Y también prueba a añadir al caldo... una cucharadita de salsa de soja. Sí, suena loco, pero su salinidad fermentada funciona como potenciador, tal como en los platos de restaurantes caros.
Pero no te excedas: media cucharada es suficiente para una cacerola.
¡Y no te apresures a verter el caldo restante! Congélelo en bandejas de cubitos de hielo, luego saque un cubito, échelo en un guiso o salsa y el plato brillará con nuevos colores.