Probablemente pases tiempo eligiendo la camisa perfecta, pero su apariencia puede arruinarse en segundos si la planchas incorrectamente.
Todo comienza con la preparación: la tela ligeramente húmeda es más fácil de planchar que la tela seca. Basta con rociar la camisa con agua de una botella rociadora: esto facilitará alisar las arrugas.
Lo primero que toca el hierro es el collar. Se plancha primero por la parte trasera y luego por la delantera para evitar desniveles.

A continuación están los puños. Desabotonadas y extendidas sobre el tablero, requieren un procesamiento cuidadoso: aquí incluso un pequeño pliegue es visible.
Las mangas se planchan con cuidado, desde el hombro hasta el puño.
Para evitar dejar líneas no deseadas, planchar solo la parte central, sin tocar los pliegues.
La etapa final son los pisos y la espalda. La zona con las trabillas de los botones merece una atención especial: después de abrocharlos se hace visible.
Si no lo planchas lo suficiente, la tela sobresaldrá, creando un efecto descuidado.
Una regla sencilla (empezar con detalles sutiles y avanzar gradualmente hacia los grandes) convertirá cualquier camisa en un ejemplo de estilo impecable.
No te olvides de la temperatura de la plancha. El algodón requiere el máximo calor, mientras que las prendas sintéticas se planchan con la temperatura mínima para evitar dejar manchas brillantes.
Si la camisa está decorada con bordado o estampado, plánchala de adentro hacia afuera para no dañar la decoración.
Una vez terminado, no te apresures a doblar la prenda: cuélgala en una percha para que mantenga su forma. De esta manera, todos tus esfuerzos no serán en vano incluso después de un largo día.