Es posible cultivar ajo del tamaño de un puño, pero para ello habrá que romper todas las reglas tradicionales.
En otoño, un mes antes de las heladas, agregue pescado fresco al huerto. ¡Sí, has oído bien!
Colocar en el fondo de los surcos peces pequeños (espadín, capelán) o desechos (cabezas, colas) en una capa de 2-3 cm. Espolvorear con tierra y plantar dientes de ajo como de costumbre.

A medida que el pescado se descompone, libera fósforo, nitrógeno y oligoelementos, que el ajo absorbe durante todo el invierno.
En primavera, notarás que las plántulas aparecen una semana antes y los tallos son el doble de gruesos.
Pero el método tiene sus matices. En primer lugar, los peces atraen a los gatos y roedores. Para evitar cavar, cubra el lecho con ramas de abeto o una red.
En segundo lugar, no utilice pescado salado: la sal mata las bacterias beneficiosas.
Si no hay pescado, sustitúyalo por harina de huesos: 200 g por metro cuadrado.
La segunda etapa es la alimentación en abril. Prepara una “mezcla infernal”: 1 vaso de amoniaco, 2 cucharadas de ácido bórico y 10 gotas de yodo por cada 10 litros de agua.
Riega el ajo desde la raíz: esto acelerará el crecimiento de las cabezas y ahuyentará a la mosca de la cebolla. Pero cuidado: exceder la dosis de amoniaco quemará las raíces.
El tercer secreto es el mantillo de ortiga. Cuando los brotes alcancen los 10 cm, cubra la tierra con una capa de 5 cm de ortigas frescas. Esto eliminará las malas hierbas y liberará silicio, que fortalece los dientes.
¡No cortes las flechas de inmediato! Déjalos crecer entre 15 y 20 cm y luego gíralos formando un nudo: esto redirigirá los jugos a la cabeza.
Coseche el ajo en tiempo seco y, después de secarlo, sumerja las cabezas en cera derretida: esto las mantendrá jugosas hasta la primavera.
El método del pescado provocará controversia, pero los resultados silenciarán a los escépticos.