El secreto de los tubérculos gigantes se esconde en tu bote de basura.
Las cáscaras de plátano que desechamos contienen potasio, fósforo y magnesio, todo lo que las patatas necesitan para crecer.
Pero el método sólo funciona si se utiliza correctamente. Secar la cáscara en un radiador o en el horno (50°C, 2 horas) y luego molerla hasta convertirla en polvo.

Al plantar, coloque 1 cucharada de polvo en cada hoyo y espolvoree con tierra para evitar atraer hormigas.
La cáscara se descompone en un mes, liberando nutrientes directamente a las raíces.
Resultado: los arbustos se vuelven más potentes y los tubérculos más grandes.
Pero hay matices. Nunca utilice cáscaras frescas: provocan podredumbre y atraen moscas de la fruta.
Si sus patatas crecen en suelo ácido, agregue un puñado de ceniza a la cáscara para neutralizar el pH.
Si existe la amenaza de gusanos de alambre, sumerja la cáscara en infusión de ajo (100 g por 1 litro de agua) antes de secarla; el olor ahuyentará a la plaga.
Después de que emerjan los brotes, alimente las patatas con una infusión de la cáscara: vierta 2 tazas de polvo en 10 litros de agua y deje reposar durante 3 días. Agua 0,5 litros por arbusto. La cosecha madurará dos semanas antes y la calidad de almacenamiento de los tubérculos mejorará.
Pero recuerda: la cáscara no sustituye a los fertilizantes completos. Combínalo con humus y fertilizantes minerales.
Guarde el polvo en frascos de vidrio; se humedecerá en el plástico.
Si el método parece cuestionable, intente un experimento: plante dos hileras, con y sin cáscara. La diferencia sorprende incluso a los escépticos.