Cada temporada, miles de jardineros cuidan diligentemente los tomates: los riegan, los atan y eliminan los brotes laterales.
Pero cuando llega el momento de la cosecha, en lugar de gigantes jugosos, cuelgan de los arbustos frutos pequeños, aunque numerosos.
¿Cual es el secreto? Resulta que todo se debe a un error común que involucra el agua.

La mayoría de la gente está segura de que cuanto más a menudo se riegan los tomates, mejor crecen. Pero esto es un concepto erróneo.
Los tomates son plantas resistentes a la sequía. Sus raíces penetran profundamente en el suelo para extraer la humedad de las capas inferiores del suelo.
Si riegas los arbustos superficialmente todos los días, las raíces permanecen débiles y el exceso de humedad provoca enfermedades fúngicas y agrietamiento de los frutos.
El enfoque correcto es el riego esporádico pero abundante. Humedezca el suelo una vez cada 5-7 días, vertiendo al menos 5 litros de agua debajo de cada arbusto. Esto estimula el crecimiento del sistema radicular en profundidad, lo que hace que la planta sea más fuerte y resistente a los cambios de temperatura.
Otra sutileza es el momento del riego. Nunca hagas esto durante el día bajo el sol abrasador. Las gotas de agua sobre las hojas actúan como lentes y provocan quemaduras.
Es mejor regar temprano en la mañana o después del atardecer, dirigiendo el chorro directamente debajo de las raíces.
Pero eso no es todo. El mulching es tu fiel aliado en el cultivo de tomates grandes. Una capa de 5-7 cm de paja, hierba cortada o compost retiene la humedad en el suelo, suprime las malas hierbas y protege las raíces del sobrecalentamiento.
Bono: el mantillo se descompone gradualmente y se convierte en fertilizante adicional.
Y el último consejo: no abuséis de los fertilizantes nitrogenados. Estimulan el crecimiento de la masa verde en detrimento de los frutos.
Durante la floración y el cuajado de frutos, cambie a fertilizantes de potasio y fósforo: son responsables del tamaño y el contenido de azúcar de los tomates.