Cada propietario está seguro de que reconocerá inmediatamente que algo anda mal con su perro.
¿Pero qué pasa si la amenaza ya ha entrado en el hogar y permanece invisible durante semanas?
La tiña en los perros es un enemigo furtivo que se disfraza de fatiga normal o muda estacional hasta que es demasiado tarde.

La experta canina Reina Goebel señala que los primeros signos de advertencia de la tiña pueden pasar desapercibidos fácilmente. El pelaje de la mascota pierde su brillo, se vuelve quebradizo como la paja y aparecen zonas rosadas apenas perceptibles en la piel.
Después de 10-14 días, la fase latente es reemplazada por un rápido deterioro: el cabello se cae a mechones, revelando zonas escamosas y agrietadas.
Las garras se deforman y las lesiones afectan la cara, el estómago y las patas.
Sin intervención, la enfermedad debilita el sistema inmunológico, provocando una exacerbación de patologías latentes.
El perro, juguetón y cariñoso ayer, empieza a comportarse como un extraño. Al principio se rasca furiosamente el mismo lugar, luego se inquieta y tiembla por la picazón que se ha apoderado de todo su cuerpo.
La apatía es sustituida por la agresión: el perro gruñe cuando intentas acariciarlo, rechaza la comida y se esconde en rincones oscuros.
Estos cambios no son un capricho, sino un grito de ayuda, que muchos atribuyen al mal humor.
El liquen no da lugar al error. Cuanto más demore el propietario en visitar al veterinario, mayor será el riesgo de que la mascota muera por infecciones secundarias o agotamiento.
El tratamiento es eficaz sólo en las primeras etapas, hasta que las esporas del hongo hayan penetrado profundamente en el tejido.
El primer paso hacia la salvación no es esperar a que aparezcan síntomas “obvios”, sino reaccionar ante las más mínimas desviaciones en el comportamiento y la apariencia. Al fin y al cabo, los perros no pueden hablar: luchan en silencio hasta el final.