Dicen que todos los gatos deambulan solos, pero hay una raza que desafía esa regla.
Sus representantes no sólo esperan atención, sino que la exigen, como los niños.
Hablamos de los ragdolls, unos gatos cuya fama de «peluche viviente» no surgió de la nada.

Los Ragdolls eligen a su dueño de una vez por todas. Lo siguen a todas partes, duermen en sus brazos y soportan con paciencia las travesuras de sus hijos.
Su naturaleza gentil está desprovista de agresividad: incluso en una situación estresante, estos gatos prefieren “derretirse” en tus manos en lugar de soltar sus garras.
El secreto está en la genética. La raza fue criada con énfasis en la docilidad, lo que convierte a los Ragdolls en compañeros familiares ideales.
Se llevan bien con los perros, no entran en conflictos con otros gatos y su voz tranquila rara vez perturba el silencio.
Un rasgo característico de los Ragdolls es la relajación completa de los músculos de sus brazos. Este comportamiento infantil refuerza el sentimiento de impotencia.
Los dueños bromean diciendo que hay que esforzarse mucho para perder un gato así: el gato saltará voluntariamente a un transportín para ir al veterinario.
Pero hay un matiz: los Ragdoll no toleran bien la soledad. La separación prolongada de su dueño les produce ansiedad.
Pero en respuesta al cuidado, ellos entregan toda su ternura, convirtiéndose en un antidepresivo viviente.
Al elegir esta raza, una persona adquiere no una mascota, sino un amigo devoto cuyo amor raya en la obsesión.