¿Sueñas con que tu hijo haga solo sus tareas, guarde sus juguetes y no olvide su uniforme deportivo?
Pero cada vez que intentas darle libertad, se produce el caos: los cuadernos se pierden, las zapatillas quedan bajo la lluvia y parece como si un tornado hubiera arrasado la habitación.
Parece que es más fácil hacerlo todo uno mismo: más rápido y más fiable. Pero es en este momento cuando privamos al niño de lo más importante: el derecho a cometer errores.

La independencia no viene de instrucciones. Ella crece a través del intento, el fracaso y el intento de nuevo.
Por ejemplo, si un alumno de primer grado olvidó un libro de texto, no lo lleve a la escuela; déjelo afrontar las consecuencias. Esto no es crueldad, sino una lección de responsabilidad.
Sí, el profesor puede hacer una observación, pero la próxima vez el niño revisará la mochila tres veces.
La clave es darle gradualmente el control sobre las pequeñas cosas: elegir la ropa para salir a pasear, decidir qué verduras añadir a la sopa, distribuir el tiempo entre juegos y lecciones.
¿Aterrador? ¡Por supuesto! Pero tu trabajo no es protegerlo de todos los baches, sino apoyarlo cuando tropieza con ellos.
En lugar de "¡Te lo dije!" Pregúntate: "¿Qué harás diferente la próxima vez?" De esta manera, cambiamos el foco del fracaso a la búsqueda de soluciones.
Y recuerda: un niño que aprende a tomar decisiones desde pequeño, crecerá hasta ser un adulto que sabrá responsabilizarse de su propia vida. Y eso vale un par de libros de texto olvidados y camisetas sucias.