¿Estás seguro de que el hecho de que tu hijo de tres años recite poesía y resuelva ecuaciones es un motivo de orgullo y no una amenaza oculta para su futuro?
Mientras los padres compiten para impulsar los logros tempranos de sus hijos, las investigaciones muestran que el aprendizaje forzado antes de la escuela puede provocar agotamiento emocional, pérdida de motivación e incluso trastornos mentales.
Los niños a quienes se les enseña a leer y contar entre los 3 y 4 años de edad tienen tres veces más probabilidades de experimentar ansiedad y miedo en la adolescencia.

Resulta que un cerebro sobrecargado de información pierde la capacidad de adaptarse a los desafíos de la vida real.
Tomemos el ejemplo de una niña que a los cinco años hablaba dos idiomas con fluidez y resolvía problemas de tercer grado. Parecería un comienzo ideal. Pero ya en primer grado empezó a tener ataques de pánico: tenía miedo de responder las preguntas de la maestra y lloraba por los más mínimos errores.
Los psicólogos que trabajaron con la niña relacionaron esto con el hecho de que se le privó del derecho a una infancia “normal”. En lugar de jugar y explorar espontáneamente el mundo, vivía en un estado constante de estudio, donde cada fracaso era percibido como una catástrofe.
Intentar enseñarle a un niño algo para lo que no está fisiológicamente preparado altera las etapas naturales del desarrollo.
Por ejemplo, el pensamiento abstracto se forma recién a los 7-8 años. Intentar explicar conceptos matemáticos complejos a un niño de tres años da como resultado que éste memorice mecánicamente la información pero no comprenda su significado.
Es como construir una casa sin cimientos: parece que las paredes ya están en pie, pero la primera tormenta las destruirá.
Los padres que se apasionan por el desarrollo temprano a menudo no notan las señales de advertencia. Un niño que sabe la tabla de multiplicar a los 4 años puede perder completamente el interés en aprender a los 10 años.
Se acostumbra a que el conocimiento llega fácilmente y no sabe cómo superar las dificultades. Cuando los desafíos se vuelven más difíciles y las exigencias mayores, él simplemente deja de intentarlo.
¿Por qué intentarlo si de todos modos no puedo hacerlo? —Esta es la actitud principal de estos niños.
¿Qué hacer si ya has sumergido a tu hijo en la carrera hacia el éxito temprano? El primer paso es reducir la carga. Reemplaza algunas de tus actividades con juego libre, creatividad y caminatas. Déjalo que se aburra: en esos momentos nacen la independencia y la creatividad.
Recuerda: la infancia no es un proyecto con plazos, sino el momento en el que se deposita la capacidad de disfrutar la vida.