Llevas dos horas leyéndole cuentos de hadas, cantando canciones de cuna y prometiendo "los últimos cinco minutos" ¿y tu hijo sigue saltando en la cama?
Se trata de los rituales que probablemente estás ignorando.
Empecemos repasando la velada. Apague todas las pantallas una hora antes de acostarse: la luz azul de los teléfonos interfiere con la producción de melatonina.

En lugar de dibujos animados, active sonidos que le hagan dormir: el sonido del océano, el crepitar del fuego o cuentos de hadas en audio con una voz monótona. Luego crea una “cadena de acciones”: baño tibio → pijama → vaso de leche → cepillado de dientes → dos páginas de un libro.
Repita esta secuencia todos los días y el cerebro de su hijo comenzará a adaptarse automáticamente al sueño. Si se resiste, utilice el "agente secreto".
Cómprele un juguete de luz nocturna "guardia de sueños" y dígale que no se apagará a menos que cierre los ojos. O bien consiga un "reloj para dormir": un reloj normal con una pegatina que muestra la hora a la que se va a dormir.
Explica: "Cuando la mano grande llegue al gato, ¡todos los niños del mundo ya estarán dormidos!"
Y si el niño sigue siendo caprichoso, ofrézcale un ejercicio “deportivo”: “¿Quién puede permanecer acostado con los ojos cerrados durante más tiempo?” Finge que te quedas dormido y él seguirá tu ejemplo.