¿Alguna vez te has preguntado por qué algunos niños obedecen desde la primera palabra, mientras que otros ignoran incluso las peticiones más simples?
Resulta que no es una cuestión de carácter, sino de cómo formulamos nuestras demandas.
Gritar no es una forma de ganar respeto, sino una señal de impotencia.
Imagínese: un niño tira juguetes por todos lados y en lugar de amenazar, le dice: “¡Llévenlos ahora mismo!”. Decir: "Vamos a recogerlos lo más rápido posible. "¿Quién puede hacerlo en tres minutos?"

El juego cambia el foco del conflicto a la cooperación.
Otro truco de vida es la “regla de una palabra”
En lugar de sermones largos (“¡No sacaste la basura otra vez, aunque te lo recordé cientos de veces!”) di: “Basura”.
Los niños responden mejor a señales cortas. Y si añades una opción (“¿Sacarás la basura antes de ver los dibujos animados o después?”), el niño se sentirá en control y estará más dispuesto a aceptar.
Lo principal es mantener la calma.
Cada rabieta que haces le enseña que las emociones se pueden manipular.
Qué hacer si el niño ya está fuera de control
Pruebe la técnica de la señal de parada. Concuerde en que cuando alguien se enoja, grita: "¡Para! ¡Luz roja!" Esto da una pausa para enfriarse.
Y además, abrazar más a menudo. Los abrazos reducen los niveles de cortisol (hormona del estrés) tanto en el padre como en el hijo. Aunque parezca que no quiere, después de 10 segundos la resistencia pasará.
La educación sin castigo es posible, pero requiere práctica.
Empiece poco a poco: sustituya "¡No corras!" "Vete en silencio" y "¡Basta!" "Vamos a probar algo diferente." En un mes notarás cómo cambiará el ambiente en la casa.
Es importante recordar: los niños no copian tus palabras, sino tus acciones. Si quieres que tu hijo se disculpe, empieza por ti mismo. Di: “Lo siento, perdí los estribos hoy. "Empecemos de nuevo." Enseña responsabilidad y empatía.
Otro secreto es la “advertencia de 5 minutos”. Los niños odian las transiciones abruptas. En lugar de "¡Apaguen las caricaturas inmediatamente!" digamos: "Terminaremos en 5 minutos." Establezca un cronómetro para enseñarles a administrar el tiempo.
Con los adolescentes es más difícil, pero aquí también hay trucos.
Si son groseros, diga: "Entiendo que estés enojado. Pero busquemos palabras que no hagan daño." Ofrece una alternativa: "En lugar de '¡Déjame en paz!' Puedes decir: "Necesito tiempo". Y nunca respondas a la agresión con agresión: es un callejón sin salida.
¿Qué hacer con la histeria en la tienda?
Acordar de antemano: “Solo compramos lo que está en la lista. Si gritas, la próxima vez te quedarás en casa." Y cumple tu palabra. Los niños ponen a prueba los límites, pero si entienden que las reglas son inmutables, habrá menos drama.
Y además, lleva contigo un “kit de rescate”: un pequeño juguete, una libreta con pegatinas o frutos secos. Cuando tu hijo empiece a portarse mal, redirige su atención: “¡Mira lo que tengo!”
Por último, permita que los niños cometan errores. ¿Se rompió una taza? Di: “Está bien, vamos a limpiarlo juntos”. De esta manera aprenden a corregir las consecuencias y a no temer el castigo.
Recuerda: no hay padres perfectos, pero todos podemos ser un poco más tolerantes.