Todo padre quiere que su hijo crezca feliz y seguro.
Pero a veces las frases al azar, lanzadas en momentos de cansancio o irritación, se convierten en heridas invisibles.
Los psicólogos advierten: incluso las palabras fugaces pueden distorsionar la percepción del niño, sentando las bases para miedos y complejos que se manifestarán años después.
¿Por qué no puedes ser como tu hermano/hermana?
La comparación con otros niños, especialmente dentro de la familia, hace que el niño se sienta indigno de amor. En lugar de motivación, esto genera envidia, resentimiento y la creencia de que sólo es aceptado por “igualar” los éxitos de los demás.
Con el tiempo, estos niños pierden su individualidad, intentando complacer, o se distancian de sus padres, ocultando sus verdaderas emociones.
¡Si eres caprichoso te entregaré a algún extraño!
Las amenazas de “entregar” al niño o de atraer “castigos” por parte de extraños (policías, médicos, personajes de cuentos de hadas) destruyen la sensación básica de seguridad.
El niño deja de confiar en el mundo y en la edad adulta esto puede expresarse en miedo a cualquier conflicto o incapacidad para defender los límites personales.
¡Nunca tendrás éxito!
Incluso si se dicen “en broma”, el niño percibe estas palabras como una sentencia de muerte.
Comienza a evitar las tareas difíciles, confía en el fracaso y su autoestima depende de la aprobación de los demás.
Como adulto, esa persona tiene miedo de correr riesgos, cambiar o tomar la iniciativa y duda constantemente de sus propias capacidades.
Los padres rara vez se dan cuenta de cuán profundamente la psique del niño absorbe cada palabra. Frases que parecen inofensivas forman una voz interior que suena en la cabeza de una persona durante décadas.
Reemplazar la crítica con apoyo, el miedo con comprensión y las comparaciones con aceptación es la única manera de criar a un niño que se sienta amado no por algo, sino simplemente porque existe.
Autor: Elena Shimanovskaya