Todo padre sueña con que los primeros pasos de su hijo se conviertan en el comienzo de un largo viaje.
¿Pero cómo podemos evitar que la alegría del movimiento se convierta en un problema?
Resulta que los zapatos adecuados marcan toda la diferencia: aquellos que no solo agradan a los adultos, sino que también cuidan la salud del bebé.

El tamaño importa
Botas apretadas o “demasiado grandes”: ambos extremos son peligrosos. El par ideal se ajusta cómodamente alrededor del pie sin apretar los dedos.
Comprueba el largo y el ancho: debe haber un espacio de 5-7 mm entre la punta del zapato y el dedo gordo.
No confíe en el tamaño de la etiqueta: pruébelo, pídale a su hijo que camine y observe su reacción.
Los materiales naturales no son un lujo, sino una necesidad
Cuero, tela o gamuza: sólo estos materiales permiten que los pies “respiren”, lo que reduce el riesgo de dermatitis del pañal y hongos.
Los sintéticos crean un efecto invernadero, alterando la termorregulación natural.
Preste atención al acabado interior: las costuras y las plantillas no deben rozar ni siquiera al caminar activamente.
La flexibilidad y la fiabilidad son la clave de la seguridad
La suela debe doblarse en la zona de los dedos, repitiendo los movimientos del pie. Una base rígida interfiere en la formación del arco, aumentando la carga sobre las articulaciones.
El velcro o los cordones aseguran el pie mejor que las bandas elásticas o las cremalleras, evitando dislocaciones.
Asegúrate de que el zapato no se caiga cuando te pones de puntillas: esto es señal de que el ajuste es adecuado.
La elección del calzado infantil no es motivo para hacer concesiones. La salud de los piececitos se forma hoy, y un par de zapatos o sandalias cómodos se convertirán en un compañero fiable en cada nuevo descubrimiento.