Las lágrimas de los niños vuelven locos a los padres. Quiero detenerlos a cualquier precio: con persuasión, regalos, amenazas.
Pero hay una palabra que parece inofensiva, pero que en realidad paraliza la psique. Incluso psicólogos experimentados lo utilizan, sin sospechar el daño que causa.
Recuerda de una vez por todas: nunca le digas a un niño que llora “¡Cálmate!”.

¿Por qué es peligrosa esta palabra? Cuando un niño llora, su sistema nervioso se sobrecarga. No puede “recomponerse” cuando se le ordena, como un adulto.
La frase "¡Cálmate!" Para él suena como: “Tus sentimientos están equivocados”. Debes ocultarlos." Esto hace que se sienta avergonzado de sus emociones y las reprima.
Con el tiempo, ese niño se convierte en un adulto que no sabe cómo experimentar el dolor, enojarse o alegrarse “al máximo”.
O bien explota por cosas pequeñas, o bien anda por ahí con una máscara de "todo está bien" hasta que se quiebra.
¿Qué hacer en su lugar? El primer paso es permitir las lágrimas. Diga: “Veo lo difícil que es esto para ti. Estoy aquí." Abrace o sostenga la mano del niño si no lo rechaza. Permanezca en silencio hasta que los sollozos disminuyan.
El segundo paso es ayudar a nombrar la emoción: “¿Estás enojado porque no compré chocolate?” o "¿Estás molesto porque tus amigos no te llevaron al juego?" De esta manera le enseñarás a comprender sus sentimientos y a no tener miedo de ellos.
El tercer paso es ofrecer una solución cuando esté lista. Pregunte: "¿Le gustaría que ideáramos una mejor manera de hacer esto?" o "Respiremos y luego lo discutimos".
No es magia, pero después de 10 a 15 situaciones de este tipo, notarás que las rabietas se han acortado y el niño ha comenzado a decir lo que le molesta.
Lo entenderá: las emociones no son enemigos, sino señales que ayudan a vivir. Y entonces la palabra “calma” desaparecerá de tu vocabulario para siempre.