El niño dice que se lavó las manos, aunque ni siquiera estaba en el baño. Afirma que no tomó la pastilla, aunque estaba caliente.
Sorprendes a tu hijo mintiendo y te enojas: “¿Por qué mientes? ¡No puedes mentir!
¿Pero qué pasa si la razón no es su “mal carácter”, sino… tu reacción?

Sí, has oído bien. Los niños empiezan a mentir no porque quieran engañar, sino porque tienen miedo de perder su amor.
Cada vez que un niño dice la verdad y le gritan, le castigan o le miran con decepción, concluye: "Honestidad = dolor".
Su cerebro recuerda que para mantenerse a salvo necesita ocultar la realidad. Por ejemplo, si le privan de caricaturas por romper una taza, la próxima vez dirá que se la llevó el viento.
Si lo regañan por una mala nota en su diario, esconderá el diario. Las mentiras se convierten en un escudo, no en un arma.
Pero hay otra razón que me avergüenza admitir incluso ante mí mismo. Los hijos mienten cuando ven que sus padres viven en un mundo de ilusiones.
Si usted dice todos los días: “¡Todo está bien con nosotros!”, ignorando las discusiones y los problemas financieros, su hijo copiará este modelo. Él entiende que la verdad es lo que conviene, no lo que realmente es.
¿Cómo romper este círculo? Empieza por ti mismo. Admite tus errores en voz alta: “Hoy te grité sin motivo alguno, lo siento. "Mamá a veces también comete errores". Esto demostrará que la honestidad no se castiga sino que se respeta.
Y lo más importante, separar la acción de la persona. En lugar de "¡Eres un mentiroso!" Di: "Me entristece que hayas ocultado la verdad. Pensemos en cómo solucionar la situación".
Un niño debe saber que aunque mienta, su amor por él no desaparecerá.
Con el tiempo, la necesidad de mentir desaparecerá por sí sola, porque la confianza será más fuerte que el miedo.