¿Has pillado a tu hijo mintiendo sobre tareas sin terminar o a tu hija ocultando una mala nota? Antes de regañarlo, piensa: ¿no fuiste tú quien le enseñó a mentir?
Los niños no nacen con la capacidad de mentir: la aprenden de los adultos.
Enséñele a su hijo a mentir
Por ejemplo, cuando papá te pide que le digas por teléfono que no está en casa, o mamá susurra: “No le digas a la abuela que comimos comida rápida”.

El niño ve que la verdad a veces es incómoda y comienza a adaptarse. Pero también hay puntos más sutiles.
Reaccionas con demasiada dureza ante los errores.
Si una taza rota provoca un escándalo, la próxima vez preferirá esconder los trozos debajo del sofá. El miedo al castigo es el mejor maestro de mentiras. ¿Salida?
Crea un espacio donde tu hijo no tenga miedo de decir la verdad, incluso si es desagradable. Explique que los errores son parte de la vida y no el fin del mundo.
Y lo más importante: cuida tu comportamiento. Tu honestidad será el principal ejemplo para él.
Pero ¿por qué los niños mienten incluso a quienes no los castigan?
A veces la razón es la sobreprotección. Quieres saber cada paso que da tu hijo: con quién se comunica, qué come, qué piensa.
Siente que su espacio personal está desapareciendo y comienza a defenderse con mentiras. Por ejemplo, dice que estaba visitando a un amigo, pero estaba caminando por el parque.
Esto no es una rebelión: es un intento de salvar una parte de la vida sólo para ti. Para evitar esto, dale el derecho a los secretos.
Pregunta: ¿Quieres hablar de ello? en lugar de "tengo que saberlo todo". La confianza se basa en el respeto de los límites.
Otra razón para mentir es el deseo de cumplir tus expectativas.
Si elogias a tu hijo sólo por las notas A, comenzará a ocultar las notas C. Si admiras su “buen comportamiento”, él enmascarará la ira o la tristeza.
Los niños quieren ser amados de cualquier manera, pero a menudo sienten que el amor de los padres es condicional.
Demuéstrale que lo aprecias no por sus logros, sino simplemente por quién es. Di: "Me importa cómo te sientes, incluso si es desagradable". De esta manera entenderá que la honestidad es segura.
¿Pero qué pasa si mentir ya se ha convertido en un hábito?
No interrogues con prejuicios. En lugar de "¡Estás mintiendo otra vez!" Pregúntale: “¿Por qué crees que es importante para mí saber la verdad?”
Démosle la oportunidad de explicarse sin miedo. Si confiesa, agradézcale su honestidad, incluso si tienen que discutir las consecuencias.
Por ejemplo: “Gracias por decirme que rompiste el jarrón. “Vamos a descubrir juntos cómo evitar que esto ocurra en el futuro”. Esto cambiará el enfoque del castigo a la resolución de problemas.
Y recuerda: mentir es un síntoma, no una enfermedad.
Busca la raíz: el miedo, la vergüenza, la soledad. Tal vez su hijo miente porque se burlan de él en la escuela y usted está demasiado ocupado para notar su depresión. O tiene miedo de que te decepciones si descubres que le gusta la música y no las matemáticas.
Preste atención a los detalles. A veces detrás de una mentira hay un grito de ayuda que es importante escuchar.