¿Se queda en silencio cuando otros niños ya están recitando poemas?
¿O habla, pero tan indistintamente que ni siquiera la abuela lo entiende?
No te apresures a considerarlo todo como "desarrollo individual". Hay señales que nos indicarán claramente si ha llegado el momento de hacer sonar la alarma.

Por ejemplo, a los dos años, un niño debería ser capaz de formar frases sencillas como “Dame algo de beber” o “Mamá, ven”. Si sólo gime y señala con el dedo, eso es una razón para actuar.
Pero no hay necesidad de entrar en pánico: muchas veces el problema se puede solucionar con juegos. Toma un espejo y haz muecas para que repita los movimientos de tus labios. Coloque las tarjetas de animales y pregunte: "Muéstrame quién dice 'muuuu'".
O canten juntos canciones infantiles, "olvidando" deliberadamente las palabras: "Que corran torpemente..." - y esperen hasta que grite "¡peatones!". Otra forma es “malentendido”.
Si su hijo intenta alcanzar el agua y gime, dígale: “No entiendo qué quieres. Di "beber". No presiones, sino repite la palabra persistentemente.
Pero esto es lo que no debes hacer: arrullar, distorsionar sonidos ("¡Mira ese pitido!") o ignorar los intentos de hablar. Si después de un mes de juego no hay ningún progreso, contacte a un especialista: la ayuda temprana hace maravillas.